Cuando empiezo a reflexionar a cerca de las experiencias como lectora y escritora, me remito a recuerdos de ciertos momentos a través de mi vida. Mi gusto inicial por la lectura curiosamente no fue tanto por las canciones, rimas o cuentecillos. Aunque no pertenezco a esta época, siento cierta fascinación por todo lo acontecido en Bogotá en el 48… y es que ligado a este recuerdo está el de mi padre, leyendo libros y documentos, en especial sobre este hecho, pues modestamente, era amplio conocedor de lo que sucedió, no solo por interés particular; también tuvo que ver allí una parte de la violencia generada en el Bogotazo que alcanzó a trascender desde la política y los hechos sociales de la Capital, hasta una población al Norte del Valle, en donde mi padre y su familia tuvieron que ver, sin querer, con el odio entre liberales y conservadores.
Recuerdo mucho que aún siendo pequeña, al ver a mi papá “devorando” estos libros, sentía gran curiosidad por lo cual siempre le hacia muchas preguntas al respecto, preguntas que él respondía una a una aumentando mi expectativa. Cuando aprendí a leer tuve frente a mí la oportunidad de enterarme de primera mano, sobre todos estos hechos y otras cosas más, en las que antes dependía solo de lo que otras personas me contaran o leyeran.
Más adelante descubrí que mi interés no solo se limitaba a la lectura de hechos históricos. En esta parte de mi vida tuve un afortunado” encontrón” con el teatro. A través de este espacio descubrí un tesoro escondido, donde no solo la lectura era fundamental… descubrí” el mundo de la lectura”: ya se, que la última parte de mi afirmación tiene nombre de texto de primaria pero así lo siento realmente, y es que para mi también fue encontrarme con un gran tesoro, el hecho de saber que muchas obras de literatura son grandísimas puestas en escena o sencillas narraciones en donde estos dos elementos: la lectura y la escritura son los “pasaportes, llaves, conjuros, fórmulas mágicas” o sencillas formas del pensamiento y del sentimiento humano, a través de los cuales se conocen otros mundos, otras personas y sin más allá, también termina por conocerse uno mismo. Ya en la adolescencia encontré en la escritura mi refugio, tal vez para no enfrentar mi realidad o quizás para hacer una nueva lectura que me ayudó a darle nuevos y muy distintos significados a mi vida.
Tuve la oportunidad de ver la puesta en escena de “Sueño de una noche de verano” de William Shakespeare (coincidiendo con un gran amor que llegó a mi vida); en realidad en ese momento no tenía ni idea de quien la había escrito y que tipo de literatura era, lo único que sabía era que la persona que había elaborado esa obra, me entendía como nadie, en ese instante, todo lo que me pasaba en ese momento (y fuera de mi amor por é)l, se despertó en mi la pasión y la emoción de saber que una persona tan distinta a mi en todo aspecto: su género, época, nacionalidad y muchas cosas más, había reflejado mi sentir. Así tuve la oportunidad de conectarme más con la literatura; me motivé a leer esta obra y empecé a escribir, pensamientos y poemas, soñando que alguien más se conectara conmigo en ese lenguaje universal y como el alquimista de olores del Perfume (uno de mis libros preferidos), voy buscando en la literatura ese aroma perfecto que llene mi ser y porque no ayudar a otros ahora como profesora, a tener un encuentro con maravillosos mundos personajes, historias o su propia historia…
Sandra Milena Hincapié Plazas
c.c 52215977 de Bogotá
Somos un grupo de maestras en formación, mujeres inquietas por descubrir nuevos mundos y redescubrir otros que se han perdido aparentemente en las arenas del olvido y que esperan que a través de sus experiencias vividas y las que aún les faltan por vivir, puedan acercarse y acercar, contagiarse y contagiar a otros el gusto por la lectura y la escritura como fuentes de eterna inspiración y creación humanas.
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Ese gusto tuyo por la historia de nuestro pais me hace recordar a Fernando Barcena, este autor señala: "solo contando historias o mediante el relato somos capaces de recordar lo que nos ha sucedido y no nos deja impasibles. En este sentido, reivindicar la idea de una razón pedagógica como relato equivale a prestar importancia suficiente tanto a la memoria de lo inhumano como a la esperanza de un futuro.." En la educación como acontecimiento ético
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